sábado, 26 de marzo de 2011

LA SAMARITANA Y JESÚS


Evangelio de Juan: Cap. 4: 5-42

Para muchos, Dios resulta algo intrascendente. Se puede vivir tranquilamente sin Él.
Para otros, Dios suele ser un estorbo que nos impide vivir y siempre nos está poniendo trabas.
Para otros, Dios termina siendo un fastidio porque nos impide disfrutar de aquello que a nosotros nos interesa y nos gusta.
Tal vez la culpa no esté en la gente, sino en quienes han presentado un Dios, por una parte complicado y fastidioso y, por otra, un Dios inútil sin el cual se puede vivir tranquilamente y sin mayores conflictos y problemas.
No han descubierto a Dios como el gran regalo que se nos hace.
Ese era el problema de la samaritana que no lograba apagar su sed. Su corazón seguía vacío. Cada día tenía que cargar con su cubo e ir al pozo a buscar agua porque la que tenía en casa se agotaba cada día... Es como una metáfora de lo que le ocurre a quienes no encuentran el verdadero sentido de la vida y lo llenan con sentidos provisorios.
Descubrir a Dios es reconocerlo como un regalo, como el que es capaz de darnos sentido, de hacernos felices, de apagar nuestra sed de felicidad, de apagar nuestras ansias y anhelos de las cosas. En realidad, nuestras vidas podrán tener momentos de alegría y de placer y hasta pasar los días inútilmente, aunque sólo Él es capaz de llenarnos y darnos plenitud. Esto no se logra con simples ideas, sino sólo cuando le abrimos nuestro corazón y dejamos que Él lo llene. Conocer a Dios como don no es cuestión de ideas, es problema de experiencias, de experimentarlo y vivirlo. Hay que hacer la prueba.

DIOS NO DISCUTE SINO QUE DIALOGA
Es curioso el encuentro de Jesús con la mujer de Samaria. No discute con ella. No discute de religión. No discute sobre sus dioses. No discute sobre tantos maridos. Es que discutir es poner al otro en alerta para comenzar a defenderse. Dios prefiere que bajemos la guardia y vayamos abriéndole nuestro corazón. Jesús sencillamente dialoga y lo hace de la manera más sencilla. Es por ese camino que va entrando en ella como el aceite sobre la madera, se va metiendo en su corazón casi sin que ella se entere.
Jesús dialoga sin ofenderse. La mujer comienza muy tiesa, retadora: “¿Cómo tú siendo judío me pides a mí de beber?” Jesús no responde al reto, sencillamente desvía la conversación y la va envolviendo en el misterio de la sed y de la gracia. Tampoco le echa discursos vacíos, sencillamente se mete por las pocas rendijillas que ella deja abiertas. Comienza por la sed, sigue con el agua, la lleva a un agua nueva, a una sed nueva hasta que termina dentro de su secretos. Cuando uno se siente tocado por dentro, comienza a abrirse. Se ve en el diálogo: primero Jesús es un judío, un enemigo, luego pasa a ser “Señor”, luego ya lo ve como un “profeta” y termina reconociéndole como el Mesías.
¿Por qué discutiremos tanto y tan inútilmente? Discutir es distanciarnos más y aferrarnos más a nuestras seguridades.
¿Por qué no dialogaremos más? Dialogar no sobre ideas, sino hablar desde el otro, desde lo que al otro le duele, desde lo que el otro lleva dentro. Entrar dentro del otro sin herirlo sino con amabilidad, con bondad, con respeto y deseos de responder a sus inquietudes. Ese es el verdadero diálogo, ese es el diálogo que nos lleva al encuentro, a bajar cada uno las armas y abrirnos mutuamente el corazón. ¿No podrían dialogar así las parejas? ¿No podrían dialogar así los padres y los hijos? ¿No podríamos dialogar así en nuestras relaciones cotidianas?

LA AUTOSUFICIENCIA ES UN ESTORBO
De ordinario todos caemos, de una u otra manera, en la autosuficiencia. Siempre nos presentamos como superiores a los demás.
Es todo lo contrario a la actitud de Jesús. Jesús no se presenta ante la Samaritana como el que manda, que tiene la verdad, como el que lo tiene todo, se presenta como el “cansado que tiene que sentarse en el brocal del pozo”, como el que tiene sed, el que tiene el agua cerca, pero no tiene cubo. Como el que comienza no predicando ni exigiendo a la mujer, sino como el que se hace débil y comienza no por dar sino por pedir. “Dame de beber.” Resulta curioso que quien es capaz de saciar la sed de todos, pida que le “dé de beber a El”.
¿No podríamos comenzar por preguntar antes de comenzar por dar respuestas?
¿No podríamos comenzar por expresar que también nosotros nos podemos equivocar antes de presentar como los que lo sabemos todo y somos infalibles?
¿No podríamos comenzar por pedir consejo antes de atiborrar de consejos a los demás?
¿No podríamos comenzar por sentir que necesitamos de los demás antes de presentarnos como los que somos indispensables para todo el mundo?
Dios comienza siempre desde abajo. Nosotros nos empeñamos en comenzar siempre desde arriba. Por eso mucha veces nadie nos hace caso. Por eso no llegamos ni al corazón de nuestra pareja ni al corazón de nuestros hijos, ni al corazón de las personas que nos rodean. Es que la autosuficiencia no es el mejor camino para abrir los corazones. En cambio, la sencillez, el sentirnos necesitados, en demostrar que los demás son importantes para nosotros, nos abre el camino del corazón de los demás.

MAÑANA TODO SERÁ DIFERENTE
Mañana todo puede ser diferente si te decides a cambiar. Es tan fácil eso que te basta decir un “sí”.
Mañana todo puede ser diferente en tu hogar, si tú te decides a ser diferente contigo mismo y con los tuyos. No les culpes a ellos de las cosas que pasan. Tú eres el primer responsable de que las cosas no anden y también de que las cosas sean distintas.
Mañana todo puede ser diferente en tu trabajo, "es sólo una cuestión de actitud" como dice la canción.
Mañana todo puede ser diferente, si tú te decides a cambiar y en vez de ser un tipo pasivo que todo lo espera te decides a construir...
Mañana pude ser todo diferente. ¿Sabes por qué? Porque mañana tú puedes mirar la vida con ojos distintos, con ojos nuevos, con ojos de esperanza. Mañana puedes mirar las cosas por encima de lo que son, verlas como tienen que ser, y el mundo habrá cambiado.
Mañana puede ser todo diferente. ¿Sabes por qué? Porque hoy Dios es capaz de cambiarte el corazón, cambiarte la cabeza, cambiarte el egoísmo que llevas dentro. ¿Te atreves a dejarte cambiar por Él para que mañana todo sea diferente? Dios tiene la oferta y tú tienes la palabra. Sólo tienes que decirle "sí".